Las obras de repoblación implicaban mover verdaderos campamentos para dar alojamiento a las cuadrillas de trabajadores. Fue una de las primeras casas de la zona, en tener agua corriente, teléfono y electricidad, esta última producida con una turbina en la misma casa, con la caída sobrante del agua de la alberca. El primer guarda forestal y único que habita la casa, fue Manuel Pérez Morata, que, aunque los guardas iban rotando de ubicación geográfica. El guarda forestal, Manolo Pérez (como le llamaban los aldeanos), permaneció en la misma durante 30 años hasta su jubilación en el año 1976. En este periodo permaneció en la casa forestal junto a su esposa Magdalena Secaderas Martínez y formaron una familia de cinco hijos, Expectación, Juan, Josefa, Francisca y Luis.
La familia del guarda tenía una labor fundamental en el aprovechamiento de los recursos naturales, dedicando su vida y su trabajo a la conservación de la serranía. Desarrollaban labores de repoblación forestal, separación y conservación de semillas, para luego después reproducir flora autóctona en el vivero. Atendían la casa y a su vez el teléfono 24 horas, que era una centralita de clavijas, elemento principal para la comunicación entre casa forestales y estrategias contra incendios en aquellos tiempos. Se ofrecían de anfitriones y muy serviciales a la hora de albergar a los ingenieros y técnicos que frecuentaban las casas forestales, (en la casa foresta los Parrales el ingeniero que se albergaba era Don José María de la Cerda), y como no destacar las labores de solidaridad, humildad y empatía que ofrecían, al resto de aldeanos.
Por fortuna he tenido la suerte durante 22 años de escuchar estos relatos e historias; de todos estos aldeanos, familias serranas, que pasaron las más miserables penas y situación de pobreza, negándoles cualquier medio de supervivencia y expulsándolos después del Parque natural con la declaración del territorio como coto nacional de caza. Aun así, sus relatos son estremecedores, y se les llenaba la cara de alegría al recordar la casa forestal de los Parrales y la familia de Manolo el guarda. Puedo contar con creencia estos relatos, por que en la actualidad soy el anfitrión y gerente de la casa Rural Los Parrales, así como también familiar descendiente, de Manolo el guarda, MI ABUELO.
Al jubilarse muy abuelo, la casa quedo al servicio de los bomberos forestales, los cuales, convivían en la casa forestal durante un periodo de tiempo interrumpido, que eran sustituidos por otro equipo de bomberos forestales. En ese periodo, podían acercarse a la casa foresta de los Parrales, los familiares de los bomberos para su visita. En los años 90 se rehabilita la casa para su explotación turística, transformando esta en “Hotel de Montaña y restaurante los Parrales”, a través de la Agencia del Medio Ambiente, adjudicando su explotación a una cooperativa, (Cooperativa andaluza los Parrales), formada por varios empresarios, entre ellos el presidente de la misma Ramon Sandoval (1994-1999). En estos años, mi familia emigraba las temporadas a la costa por falta de recursos económicos. Mi Madre Josefa Pérez, (cocinera de profesión), al ver una oportunidad de trabajo en su casa de nacimiento, no dudo en aprovechar esa oportunidad de trabajo tan familiar y cercana. Seguidamente fue mi hermana y por último entre yo.
En el año 2011 me trasformo en el nuevo empresario de la gestión del Hotel de Montaña los Parrales. Mi madre sigue ayudándome en este camino nuevo para mi (y, menos mal que así fue), un camino lleno de deudas, pero con mucha ilusión y ganas. Era tal el cariño que nos transmitía esta casa, que las horas infinitas de trabajo, se nos pasaba en un abrir y cerra de ojos. Y como todo transcurso empresarial, una buena piedra en el camino. Tuvimos la visita de un inspector de turismo con denuncia incluida. La denuncia decía que no cumplíamos con la normativa vigente de Hotel de Montaña y Restaurante y estábamos haciendo publicidad engañosa y fraude. En condiciones normales se subsana la irregularidad y se paga la multa. En mi caso pagar la multa no fue tan dramático como el acatamiento a la legislación. No conseguía legalizar el equipamiento, ni encajarlo en ninguna modalidad legal con restaurante. Finalmente me decante por Casa Rural básica con servicio de restaurante. Aquí empecé otra batalla, pues mis conocimientos de trabajo cambiaban por completo y, por si fuera poco, mi madre tiene que bajarse del barco y disfrutar su merecida jubilación. Fuero años duros, de esfuerzo y sacrificio y puesta en marcha de un nuevo proyecto dedicado al turismo rural, el respeto ala naturaleza y sostenibilidad.
Cuando la pesadilla termino y por fin veía la luz al final del túnel, empecé recibiendo clientes con plazas limitadas en modalidad de casa rural, con servicio de restauración y alquiler integro para los huéspedes, (todo nuevo para mí). Poco a poco me fui familiarizando con este sistema, Atrás, dejé las aglomeraciones de gente, esos días interminables de restauración y empecé junto a mi equipo de trabajo, a ofrecer un paquete turístico de calidad; vasado en el respeto y educación en la naturaleza, nos adherimos al compromiso de calidad turística “SICTED” con la implantación del sistema de calidad en el centro y la formación profesional en el ámbito de la calidad turística, así como afiliarnos a la asociación de Turismo Sostenible, del Parque Natural de las sierras de Cazorla Segura y las Villas, para conseguir la carta europea de turismo sostenible "CETS", adquiriendo conocimientos día a día, de las buenas prácticas y el respeto a la naturaleza.
Los resultados fueron muy favorables, se podía hablar con los clientes más despacio, intercambiar experiencias, ofrecer una gastronomía típica con sus productos y de calidad, indicarles los itinerarios de las rutas con tranquilidad e incluso acompañarlos en las mismas. La Casa Rural los parrales ofrecía paz, descanso, se escuchaban los pájaros, el rumor del viento entre los pinos y los clientes se iban encantados, así no lo plasmaban en sus comentarios y reseñas, con una valoración sobresalientes. Las labores de ecoturismo y sostenibilidad iban creciendo. Los clientes pagaban más por este servicio exclusivo, lo que hacía que la plantilla de trabajo no disminuyera en temporada. Al final; que verdad más grande “no hay mal que por bien no venga”.
Manuel Javier Sánchez Pérez
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